La razón por la qué la
penetración de las Cuatro Nobles Verdades puede conferir esta nobleza de
espíritu inmutable, está implícita en las cuatro tareas que las nobles verdades
nos imponen. Tomando estas tareas como nuestro reto en la vida, -nuestro reto
como seguidores del Iluminado-, desde cualquier etapa de desarrollo en la que
nos encontremos en principio, podemos avanzar gradualmente hacia la penetración
infalible de los nobles.
La primera noble verdad, la
verdad del sufrimiento, debe ser totalmente comprendida: la tarea que se nos
asigna es la comprensión completa. El sello distintivo de los nobles es que
ellos no fluyen irreflexivamente con el río de la vida, sino que se esfuerzan
por comprender la existencia desde adentro, tan honesta y completamente como
sea posible. Para nosotros, también, es necesario reflexionar sobre la
naturaleza de nuestra vida. Debemos intentar comprender el significado profundo
de la existencia, limitada por un lado por el nacimiento y por el otro por la
muerte, y sometida entre estos dos puntos a todo tipo de sufrimientos
descriptos por el Buddha en sus discursos.
La segunda noble verdad, el
origen o causa del sufrimiento, implica la tarea del abandono. Un noble es tal
porque ha iniciado el proceso de eliminar las impurezas mentales que causan el
sufrimiento, y nosotros también, si aspiramos alcanzar el nivel de los nobles,
debemos estar dispuestos a resistir el señuelo seductor de las impurezas
mentales. Mientras que la erradicación del deseo puede ocurrir únicamente con
las realizaciones supramundanas, aun en el curso de la vida cotidiana mundana
podemos aprender a frenar las manifestaciones más burda de las impurezas, y por
medio de la aguda auto-observación podemos desatar gradualmente su garra de
nuestros corazones.
La tercera noble verdad, la
cesación del sufrimiento, implica la tarea de la realización. Aunque el
Nibbana, la extinción del sufrimiento, puede únicamente ser confirmado
personalmente por los nobles, la confianza que ponemos en el Dhamma, como
nuestra guía en la vida, nos muestra lo qué debemos seleccionar como la
aspiración final, como la base definitiva del valor. Una vez que hemos
comprendido el hecho de que todas las cosas condicionadas en el mundo, siendo
insubstanciales e impermanentes, nunca podrán darnos satisfacción total,
podemos dirigir entonces nuestra aspiración al elemento incondicionado, el
Nibbana, lo Inmortal, y hacer de esa aspiración el pilar alrededor del cual
ordenamos nuestras elecciones y asuntos cotidianos.
Finalmente, la Cuarta Noble
Verdad, el Noble Óctuple Camino, nos asigna la tarea de desarrollo. Los nobles
han alcanzado su condición por haber desarrollado el camino óctuple, y mientras
sólo los nobles están asegurados que nunca se desviarán del camino, las
enseñanzas de Buddha nos dan las instrucciones minuciosas que necesitamos para
seguir el camino que culmina en el plano de los nobles. Éste es el camino que
da luz a la visión, que da luz al conocimiento, que conduce a la comprensión
más alta, a la Iluminación y al Nibbana, la realización culminante de la
nobleza.
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